Por Ivette Estrada
La cultura corporativa se afianza con emociones como el orgullo, pero también la vergüenza. Las pautas de conducta y decisiones no certeras o reprobadas por las normas y valores de una organización, tienden a eliminarse con la reprobación tácita, el rechazo silente y la triste certidumbre de que erramos.
En general, los sentimientos de vergüenza son tan abrumadoramente negativos que permiten establecer normas y conductas sociales.
La vergüenza es una punzada que nos hace sentir que nuestro sentido de pertenencia no es tan seguro como pensábamos. Un comentario fuera de lugar, hablar cuando no nos corresponde o incluso un gesto puede “reprobarnos” ante un grupo social. Cuando esto ocurre en el ámbito laboral, aprendemos “a la mala” lo no acertado.
Por ello, los gerentes que desean establecer o restablecer la cultura de su oficina, necesitan comprender la vergüenza y el papel que desempeña en la normatividad del comportamiento humano.
En términos muy simples: Afecta lo que la gente hace y lo que evitará hacer. Es decir, puede ser algo que alinea a las personas con los objetivos de la organización, pero también se logrará percibir como algo que crea problemas.
La mayoría de los estudios anteriores sobre la vergüenza se centran únicamente en la persona que la experimenta, pero no hay mucha información que la centre desde la perspectiva de los demás o cómo transmite normas sociales e influencia silenciosamente a las personas para evitar el mismo ostracismo o censura.
Nadie habla de la vergüenza porque es una emoción que ninguno queremos experimentar. Sin embargo, subyace en muchas de nuestras pautas de conducta y acciones. Es una fuerza invisible que tratamos de ignorar. Pero desestimarla no la aniquila ni sirve para forjar una cultura laboral. En la medida que la percibimos y regulamos puede tener un positivo impacto en las normas y políticas que queremos cimentar.
Dado que la pertenencia es uno de los impulsos fundamentales de los seres humanos, la vergüenza nos ayuda a monitorear y protegernos contra la devaluación social. Es excepcionalmente fuerte en la información que transmite sobre lo que es socialmente apropiado o inadecuado en un contexto determinado.
Incluso, se asume que es una de las emociones más poderosas para normar la alineación. Sin embargo, la inefabilidad inherente a ella misma no logra que se tengan estudios más contundentes de cómo analizarla.
Hasta ahora, la comunicación organizacional logra explotarla para fortalecer la cultura de una organización al compartir experiencias de algunos miembros del grupo, tanto anécdotas de orgullo como aquellas que quisiéramos olvidar.
Una de las sombras corporativas es la vergüenza. Ignorarla no la desaparecerá, pero tampoco permitirá que se refuerce la cultura de una empresa. Hay que empezar a observarla y determinar cómo puede ayudarnos a generar conductas más propias en los centros de trabajo.
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